martes, 27 de marzo de 2012

APORTACIÓN

SOBRE LA ADECUADA DISPOSICIÓN DE LOS CUARTELES

Por don Pablo Pereira

Estimado don José Juan;

Recibí con gran alegría la noticia de la vuelta a la actividad del blog sobre heráldica que, entre los agobios y distracciones propias de la vida universitaria, suponía y supone un pequeño remanso de esa paz que siempre me ha traído esta ciencia. Y, como no, una buena oportunidad para ampliar conocimientos y aprender de las reglas y las excepciones que abundan en el campo de las ciencias heroicas.

Escribo hoy a razón de la entrada del pasado Jueves, 22 de Marzo, en el que se tocaba el tema del cuartelamiento "incorrecto" de ciertos blasones, responsables, entre otras cosas, de la forma del blasón actual del Estado español. Y es que este asunto toca un tema casi psicológico: el ansia humana por aparentar.

El ser humano en general, y el español el particular, tiene una curiosa tendencia a pretender ser o parecer más que el vecino. O, al menos, no menos. Esto, que parece una tontería, ha marcado, y no poco, el devenir de la heráldica. Cualquier pueblo perdido tiene dos o tres casas, pertenecientes al o a los ricos del pueblo, con un elaboradísimo blasón cargado de ornamentos, y con linaje de talabartero. El por qué es sencillo, en cuanto el hombre humilde se separa un poco del resto de hombres humildes, se cree superior, y quiere aparentar más. Nobleza, en este caso. Muchos burgueses hicieron matrimonios con la nobleza, aportando dinero a cambio de lustre en los apellidos, situación muy característica de España. He llegado a ver, en Huesca, un blasón que tenía encima una "corona" que se asemejaba a una condal, y era un simple ramillete de flores. Dudo mucho, por como era, que fuese mera casualidad. Tampoco es casualidad que los Duques de Normandía y Aquitania conquistasen Inglaterra, cuando eran sus feudos continentales los que realmente les importaban. Inglaterra podía ser un islote pobre y lluvioso, pero les daba un título real que aumentaba su estatus social. Aunque ni pisasen el reino (Ricardo II sólo estuvo seis meses...para sus dos coronaciones, sin ir más lejos).

¿Qué tiene esto que ver con el tema? Todo. Porque, en definitiva, en Heráldica, como en cualquier otra cosa, las apariencias importan. Efectivamente, por tradición, en el cuartelamiento se escogen las armas paternas en primer lugar. Sin embargo, por un lado, el cuartelamiento en sí ya es una perversión, pues las armas no pueden cuartelarse eternamente, y se deberían heredar las armas paternas. Y, por otro, entra en juego un factor importante: el prestigio de las armas. En una época en la que la heráldica era política, el Reino de León, originalmente más prestigioso, había sido arrinconado por una Castilla mucho más dinámica y un Portugal independiente. Arrinconado, el antaño Imperio, cedió el puesto de Reino principal a Castilla. Por eso, cuando se cuartelan las armas de León y Castilla, se sitúa en primer lugar al Reino que, por dinamismo antes que por historia, tira de la corona. Motivo por el cual, las armas de otros territorios ya existentes (Galicia, Asturias), y de otros por venir nunca se unieron al blasón original, excepción hecha en algunos blasones aislados, como el que envié tiempo atrás del Teatro García Barbón de Vigo. El asunto es el mismo con los Reyes Católicos: Aragón era una potencia mediterránea, pero el prestigio de Castilla y León era mucho mayor, y controlaban la península casi al completo. Así, en detrimento de la lógica, Castilla y León ocupan el lugar preferente, dejando a Aragón en segundo plano. Y no es este el único caso, de ello estoy seguro, a lo largo de la historia, que a buen seguro que apellidos, armas, y demás simbología se cambiaban habitualmente entre la nobleza para aparentar más estatus.

Pues, en definitiva, ¿qué es la heráldica sino un modo de mostrar el linaje y la honra de cada cual? Si puedo incrementar ese linaje, aunque sea por la Teoría del Punto Gordo (si tienes que cruzar una serie de rectas y no se cruzan en el punto deseado, engordarlo hasta que se crucen), lo hago. La heráldica no deja de ser una ciencia social, inexacta, por tanto, al depender de actitudes humanas, en este caso la envidia, las ansias de grandeza e, incluso, el desconocimiento. Aprovecho, pues, para lanzar la siguiente pregunta, ¿debe ser la heráldica una ciencia exacta, deben cumplirse siempre al dedillo sus leyes? ¿O debe, por contra, asumirse como manifestación humana, variable, por tanto, y tener cierta manga ancha?

Un saludo.