viernes, 12 de febrero de 2010

CEREMONIA DE RECEPCIÓN

Hoy me propongo aburrirle, improbable lector, con el relato de mi experiencia en la reciente ceremonia en la que fui armado caballero y recibido en la Real Hermandad de caballeros de san Fernando.

Como se expresó recientemente, las ceremonias de recepción en las actuales órdenes mantienen la vigencia de los ritos desde el siglo XII, si bien con la necesaria adecuación a los tiempos actuales:

El paso previo a la recepción en la Hermandad de san Fernando es múltiple: Se requiere que al menos un caballero ya armado como tal proponga al neófito considerando sus valores cristianos. Además, se requiere que el futuro caballero aporte partida de bautismo y un certificado de buena conducta cristiana emitido por un sacerdote católico.

Considerada la conveniencia de los documentos aportados el caballero en ciernes es entrevistado brevemente por dos caballeros que sopesaran su actitud vital cristiana y la conveniencia de su recepción en la hermandad.

Por fin, recibidas todas las solicitudes que se hayan ido acumulando a lo largo del año, reunido capítulo deliberatorio, se somete al resto de caballeros la aceptación de los nuevos caballeros propuestos.

Adecuada a la actualidad la vela de armas, que fray Raimundo Lulio requería como paso previo a la propia ceremonia en la que se recibía la orden de caballería, se convoca una semana antes de la ceremonia de recepción a los neófitos y a sus padrinos. En esta vela de armas el maestro de ceremonias, en el caso de la Hermandad de san Fernando la persona de don Manuel Ladrón de Guevara e Isasa, heraldista de merecido renombre, amonesta a los ordenandos sobre de una serie de circunstancias. Circunstancias que se resumen en la clara manifestación de requerir de los futuros caballeros un especial compromiso de fidelidad con la Iglesia, siendo animados a perseverar y a dar un verdadero testimonio cristiano en la sociedad actual, como forma actualizada de mantener la lucha exigida siempre en las órdenes. En segundo lugar se exponen los compromisos que se adquirirán con la propia hermandad, recordando los compromisos de integridad moral exigidos para permanecer en la hermandad y por fin en tercer término, se explican los ritos que se desarrollarán en la ceremonia de ingreso y su significado.

La ceremonia de ingreso se desarrolla con la serie de ritos que se exponen a continuación:

En el solemne marco de la cripta de la catedral de al Almudena, el acto comienza con una breve explicación al numeroso público asistente del ritual que se seguirá por parte del maestro de ceremonias, permaneciendo los neófitos en la sacristía a la espera de ser llamados.

Requeridos a acceder a la nave de la iglesia, los ordenandos son dispuestos en semicírculo en torno al altar. El maestro de la hermandad, el general de división don Feliciano Calvo García, examina públicamente a los neófitos sobre la limpieza de motivos que les anima a solicitar su ingreso y sobre los artículos principales nuestra fe. Concluidas estas preguntas pasan los futuros caballeros a formar en dos filas en una nave lateral del templo donde son llamados uno a uno para ser armados caballeros.

Tras la lectura del nombre del ordenando, este se acerca al altar donde espera la llegada de su padrino, quien revestido con el hábito capitular de la hermandad le conduce hasta el altar. Allí, el ordenando se arrodilla ante el capellán quien lo bendice y le otorga una medalla con la efigie de san Fernando, que es parte de la uniformidad capitular, recordándole su compromiso de imitar la vida de este santo rey.

Tras besar la mano del sacerdote, en señal de acatamiento a las enseñanzas de la Iglesia, el neófito, acompañado de su padrino, se desplaza al lateral del altar en el que de nuevo se arrodilla, esta vez ante el gran maestro de la hermandad, como caballero más antiguo. El gran maestro, revestido de su hábito, portando un crucifijo de metal de regular tamaño, hace la señal de la cruz sobre el caballero al tiempo que pronuncia la frase ritual “con este signo yo te armo caballero”, dando posteriormente a besar la cruz, a la vez que ordena a sus caballeros ayudantes que se revista con el hábito de la hermandad al nuevo caballero. La sustitución de la tradicional espada por la cruz es signo evidente y pertinente de la adecuación a los tiempos de este rito, toda vez que hoy la lucha del caballero se manifiesta a través de su testimonio cristiano, no por medio de la lucha armada.

Retirado el recién armado caballero a las filas iniciales de las que ha partido en la nave lateral del templo y concluida la recepción del resto de neófitos, los ya caballeros son conducidos de nuevo en ordenado grupo ante el altar, formando un nuevo semicírculo, ya revestidos de sus nuevos hábitos. Allí son amonestados a vestir con coherencia su nuevo ropaje comportándose como ejemplares cristianos ante la sociedad.

Concluido este rito se asiste a la celebración de la santa Misa, concluida la cual se accede solemnemente en procesión a la capilla de san Fernando que la hermandad posee en el templo. Allí, ante la majestad de la estatua sedente del santo rey, formando de nuevo dos filas, los recién ordenados caballeros reciben una vela apagada que se enciende con la llama del cirio pascual, procediendose a recitar oración ritual de consagración al santo rey, comprometiéndose de nuevo a llevar una vida ejemplar. Consagración que es respondida tanto por el gran maestro de la hermandad como por el capellán.

A continuación se procede a realizar la procesión de todos los caballeros de la hermandad presentes en el interior del templo, acompañados por los del resto de órdenes que hayan acudido a la ceremonia, concluyendo la misma en la sala capitular del interior del templo donde todos, y solo, los caballeros de la hermandad de san Fernando se reúnen en capítulo secreto. Disuelto finalmente el capítulo concluye el rito.