miércoles, 16 de noviembre de 2011

AXIOMA

A menudo me alejo del asunto principal que convoca este tedioso blog. Ahondando en este distanciamiento momentáneo me permitiré aburrirle, improbable lector, con una reflexión.
Como se expuso hace tiempo, este año acudimos de nuevo a la residencia de militar de El Prat a disfrutar del permiso de verano. Fundado por el conde de Godó, el periódico de mayor aceptación de la zona es La Vanguardia, publicada en doble tirada, en castellano y en catalán. Al igual que el diario ABC, cuenta con un cuadernillo semanal, de índole cultural, que ha sabido aglutinar a un buen número de intelectuales que desbrozan la yerma realidad proponiendo ideas novedosas.
Hoy le incomodaré, si tiene la deferencia de seguir de leyendo, improbable lector, con la reflexión que el insigne periodista don Luis Racionero expuso en un afortunado artículo que recordaba la diferencia entre hacer turismo y viajar.
Hacer turismo es una práctica hoy habitual, no siempre lo fue, que permite visitar un número considerable de ciudades en un tiempo record por medio del recurso a la escasez en la intensidad de lo visitado. Es algo así como: -¿hoy es martes, cariño? –Sí. –Entonces estamos en… Venecia. ¡Rápido! A levantarse que tenemos solo dos horas para visitar la ciudad.
Por el contrario, viajar es afincarse temporalmente en un lugar. No tener prisa. Gozar del sosiego de un nuevo y exótico lugar. Charlar con los nativos y conocer sus costumbres. Mimetizarse. Disfrutar del entorno en paz.
Se añadía al artículo una reflexión que he hecho ya propia y que le transmito, improbable lector, extrayendo incluso un axioma a cumplir por todo heraldista que se precie.

Quien hace turismo tiene prisa, atropella sin muestra de arrepentimiento al semejante en su afán de alcanzar a ver, por unos segundos, la estatua del museo acorralada por otros turistas. Incumple en fin el mandamiento del Maestro: falta a la caridad continuamente.
Por el contrario, quien viaja guarda la compostura; permite el paso a quien aparenta premura; mantiene en definitiva las formas en todo momento y ante cualquiera. Cumple con los diez mandamientos y con el precepto que resume todos ellos: la caridad. Ese es el axioma que, extrapolando, debería servir para definir a todo heraldista, no solo durante sus viajes, sino a lo largo de su vida: Mantendrás siempre las formas. Ante cualquier circunstancia.