lunes, 26 de septiembre de 2011

DISCREPO

...es decir, que las cruces de las Órdenes las pone cada quisque como quiere, y todo lo demás son opiniones, ...

Lo siento, yo discrepo. Por muy reputadas opiniones que surjan en defensa de lo indefendible, yo discrepo. Me limito a hablar de heráldica, improbable lector. No vuelva a lanzarme un anatema alegremente.
Éstas son las armas que decidí adoptar.
Si dispusiera una corona con bonete timbrando esa composición heráldica usted mismo me remitiría un correo de felicitación, improbable lector. Y recordaría que se prometió a sí mismo leer el Boletín Oficial del Estado a diario, reprochándose no haber sido el primero en recibir la noticia de la concesión de la grandeza a quien suscribe.
Por supuesto, si después conociera usted que no, que se trata de un supuesto derecho que no me ha sido reconocido y que reclamo mi pretensión disponiendo ese timbre sobre mis armas recordaría que nunca tuvo muy claro si el redactor del blog de heráldica realmente regía con cordura. Y además tendría razón porque tampoco es que me considere muy cuerdo escribiendo entradas a diario.
Se podría comparar este asunto al hecho de que me uniformara de coronel tras recibir el anuncio de mi ascenso, previsto para dentro de pocos años. Efectivamente, demostraría a todas luces mi falta de raciocinio.
Del mismo modo, si otro buen día reparara usted, improbable lector, en que las armas que inician la columna de la derecha de este tedioso blog se acolan con la cruz del Mérito Militar, observando agudamente que los extremos de la cinta surgen del jefe del escudo, redactaría usted un nuevo mensaje manifestando su congratulación por la concesión de una gran cruz.
Repararía usted no obstante, instantes antes de pulsar el botón de envío del mensaje, en que quien redacta este blog es  comandante. Y haciendo memoria, recordaría que las grandes cruces únicamente se otorgan a los generales. Esto ya sería la confirmación: Carrión no anda en sus cabales.
Por último, si una mañana de sábado, entretenido con la lectura de otro de los blogs de heráldica que pueblan la red, se sorprendiera con una entrada que felicita al comandante Carrión por su ingreso en la distinguida orden de Calatrava y acudiendo al blog de heráldica comprobara que, efectivamente, sus armas se acolan con la conocida cruz, ya no redactaría un recado electrónico de felicitación, esperaría a comprobar qué otra excentricidad se me hubiera ocurrido.
Posteriormente, al tener conocimiento de que en la corporación en la que verdaderamente he ingresado es en la orden del Collar de santa Águeda, cuya cruz es parecida a la de Calatrava, pero que he dispuesto la insignia de forma que se confundan, confirmaría usted sus sospechas sobre la falta de sensatez y lógica de quien suscribe y del grave complejo de inferioridad que padezco.
Ya concluyo, improbable lector. No se trata de demonizar a nadie. El que esté libre de pecado, empezando por mí mismo, que tire la primera piedra. Pero al contrario que lo definido en este mismo espacio virtual por un maestro a quien admiro por su capacidad intelectual y literaria, creo que no todo quisque hace lo que le viene en gana en materia heráldica, no. Y para eso precisamente están los maestros, para corregir lo que no es correcto.