viernes, 8 de abril de 2011

BRILLANTE APORTACIÓN AL BLOG: LA CRUZ DEL INGLÉS

LA CRUZ DEL INGLÉS

O

EL INGLÉS DE LA CRUZ

Por don Sinforiano del Trigo y Díaz-Pescuezo

Estimado Sr. Carrión:

Sepa de adelantado que soy uno de sus improbables lectores; un habitual de su blog desde hace ya bastante tiempo y con el que doy solaz y alegría a mi íntima y discreta afición por la heráldica.

No quiero aburrirle mucho con la letanía de tópicos y lugares comunes que le traerán este tipo de correos de otros improbables lectores, heraldos y reyes de armas que en el ciberespacio son. Espero que sean muchos y nunca dejen de escribirle, porque las entradas de su blog son verdaderamente enriquecedoras, o cuando menos, visualmente estéticas y siempre juiciosas.

Dicho esto y sin más introitos paso a exponerle el motivo de este correo. Como su blog me ha dado tantos buenos momentos y la lectura de sus entradas me ha resultado tan provechosa, encuentro que es de bien nacido devolver los dones heráldicos que emanan de Vd. y sus colaboradores, cosa que haré en forma de, digamos, curiosa historia con final heráldico. Una historia, verídica en todo punto que, si por ventura la encuentra pertinente, huelga decir que no necesitará ningún permiso ni venia de este humilde cibernauta para que la publique y así la disfrute todo el improbable orbe heráldico. Por cierto, como el mencionado final de la historia tiene que ver con los blasones que se suelen usar en la otrora, o no tan otrora, pérfida Albión, con sus particulares escudos y sus muebles, sus timbres y sus mottos, además de a Vd. y a todos los lectores del Blog de Heráldica, dedico esta curiosidad histórica a Don Carlos Navarro Gazapo, quien se ha mostrado en su última colaboración como un enamorado de la heráldica inglesa.

En mi localidad natal de Alcalá de Guadaíra, tiempo ha conocida como Alcalá de los Panaderos,
pequeña e industriosa ciudad de las cercanías de Sevilla, existe un topónimo urbano que, aún no habiéndose reflejado jamás en el callejero oficial, se ha conservado durante casi dos siglos en la tradición oral de sus habitantes. Se trata de la Cruz del Inglés, nombre que recibe el entorno inmediato a una intersección de vías urbanas modernamente urbanizada con una rotonda.

Pero no siempre fue así. Lo que hoy es asfalto y edificaciones era hace doscientos años solamente un descampado a las afueras del pueblo. El actual cruce de vías urbanas era también en aquella época un cruce, aunque de caminos. Uno de estos caminos que se cruzaban a las puertas de Alcalá era nada menos que el arrecife de Madrid a Cádiz, una de las carreteras más principales y transitadas del reino, antecedente de la después llamada N-IV y más modernamente Autovía de Andalucía o A4. A diferencia del actual trazado, en su marcha hacia Cádiz a través del Valle del Guadalquivir, este arrecife, después de pasar por Écija y Carmona dejaba marginada a un lado a Sevilla, pasando como punto más cerca de la urbe por Alcalá de los Panaderos, rodeando la carretera este pueblo y siguiendo en dirección a Utrera en una genial y primitiva circunvalación ideada por los ingenieros de Carlos III.

El otro de los caminos que se interceptaban a las puertas de Alcalá no era de primera categoría a nivel de todo el reino, como el anterior, aunque en el contexto regional era de mayúscula importancia a la hora de comunicar la Andalucía Occidental con la Oriental, o lo que es lo mismo, el camino que unía Sevilla con Granada, pasando por Antequera, desde donde salía un ramal que comunicaba con Málaga. Este camino, antepasado de la actual Autovía A-92, a las pocas leguas de partir de la capital hispalense, atravesaba el casco urbano de Alcalá, siendo a la salida del pueblo cuando se encontraba con la necesidad de cruzar el anteriormente mencionado arrecife de Cádiz.

Este era precisamente el punto conocido entre los alcalareños hasta principios del siglo XIX como los Cuatro Caminos (por las cuatro direcciones que se encontraban), aunque fue a raíz de los sucesos acaecidos durante la Guerra de la Independencia cuando pasó a llamarse la Cruz del Inglés. En efecto, existió en los Cuatro Caminos, mucho antes de estos sucesos, una sencilla cruz humilladero como las que existían a las entradas y salidas de la mayoría de los pueblos españoles. Fue un luctuoso destino el que se encargó de darle un evocador y romántico nombre propio a aquella cruz erigida a las afueras de Alcalá.
El 27 de agosto de 1812, un ejército hispano-anglo-portugués procedente de Huelva e integrado exclusivamente por tropas de infantería y algunas unidades de artillería, libera a Sevilla de la ocupación francesa, la cual duraba ya más de dos años. Una de las compañías británicas que integraban el contingente aliado era la light company (compañía ligera de hostigadores) del 3er. Batallón del 1er. Regimiento de Foot Guards, compañía de avanzadilla dirigida por el teniente coronel John Scrope Colquitt.
Días después de haber conquistado la ciudad, el 1 de septiembre de 1812, las tropas británicas son enviadas a la cercana Alcalá de Guadaíra para tomar el control del pueblo recientemente abandonado por los franceses en su huída hacia Granada y el Levante. La operación buscaba restablecer también el normal suministro de pan a Sevilla, actividad a la que se dedicaban la mayoría de los habitantes de la localidad. Estando ya los británicos en Alcalá, el 5 de septiembre, se recibe la noticia de que el teniente coronel Colquitt ha muerto en Sevilla, donde permanecía convaleciente. Precisamente esta circunstancia le impidió emprender la corta marcha hasta Alcalá junto a su tropa. No resultó herido en la refriega con los franceses para liberar Sevilla, sin embargo, la excesiva fatiga de la jornada, en pleno agosto y bajo un sol de justicia, posiblemente le provocara un severo golpe de calor que desembocó irremediablemente en su fallecimiento una semana después.

Al conocer la muerte del teniente coronel, sus hombres reclaman su cuerpo, y hacen que lo trasladen a Alcalá para darle su último adiós. Una vez allí, y ante la imposibilidad de dar sepultura en sagrado a un hereje, los ingleses deciden enterrarlo a las afueras de la población, bajo una cruz humilladero. Los habitantes de Alcalá presenciaron los honores militares que los soldados rindieron en el funeral anglicano del teniente coronel Colquitt y, desde entonces, aquella cruz que se levantaba en los Cuatro Caminos pasó a ser la Cruz del Inglés.

Pocos meses después, un antiguo compañero de armas de Colquitt que se quedó a vivir en Sevilla, Don Juan Downie, estrambótico aventurero escocés que fue nombrado por el rey Fernando VII alcaide de los Reales Alcázares de Sevilla, se encargó de colocar en la sepultura una lápida de mármol cuyo epitafio bilingüe en inglés y castellano decía:

SACRED TO THE MEMORY OF

JOHN SCROOPE COLQUITT ESQ.re

LIEVT. COLONEL IN HIS BRITANNIC

MAJESTYS J.st. REG.t. OF FOOT GVARDS

WHODIED IN SEVILLE THE 5.TH OF

SEPTEMBER 1812 AGED 37 YEARS

OF A FEVEH BROVGHT ON IN

CONSEQVENCE OF EXCESSIVE

FATIGVE DVRING THE MARCHE TO

SEVILLE, AND OF THE GREAT

EXERCIONS WHICH HEMADE

WHILST GALLANTLY LEADING

ON HIS BATALION TO THE

ATTACK OF THE BRIDGE OF

TRIANA, ON THE 27 OF AVGUST.

1812

A LA MEMORIA DE

JOHN SCROOPE COLQUITT, CABALLERO

TENIENTE CORONEL EN EL 1º REGIMIENTO

DE INFANTERÍA DE SU BRITANICA MAJESTAD

QUIEN MURIÓ EN SEVILLA EL 5 DE SEPTIEMBRE DE 1812

A LOS 37 AÑOS DE EDAD

DE UNA FIEBRE OCASIONADA POR UNA FATIGA EXCESIVA

DURANTE LA MARCHA A SEVILLA

Y POR LOS GRANDES ESFUERZOS REALIZADOS

AL DIRIGIR SU BATALLÓN EN EL ATAQUE

EN EL PUENTE DE TRIANA EL 27 DE AGOSTO DE

1812

Algunos años después de aquello, Don Juan Downie decidió trasladar la lápida y los restos de su amigo a un lugar más digno: el apacible huerto del convento de San Francisco de Alcalá, recientemente abandonado por los frailes. Allí termino por desaparecer la pista y memoria del desgraciado John Scrope Colquitt, a raíz de la definitiva desamortización, venta y derribo del convento.

Con el crecimiento urbano del pueblo también desapareció la cruz humilladero de su primitivo emplazamiento. Sin embargo, se conservó siempre el nombre de la Cruz del Inglés.

Con motivo del próximo bicentenario de tan particulares hechos, un grupo de historiadores locales se constituyó hace pocos meses como Asociación La Cruz del Inglés 2012, para investigar la vida del enigmático personaje que daba nombre al lugar, reivindicar tan evocador topónimo en el nomenclátor oficial del municipio y por supuesto, promover la construcción de un cenotafio que recuerde la historia y fije materialmente lo que no era más que una leyenda que pocos conocían.

Las investigaciones efectuadas por los miembros de la asociación dieron pronto sus frutos. Se localizó la lápida original, que milagrosamente se conservaba arrumbada en un rincón del cementerio de San Jorge, el decadente camposanto de la comunidad anglicana de Sevilla.
Además, lo que se presentaba como una desesperanzadora tarea, nada menos que arrojar un poco de luz sobre un irrelevante oficial británico enterrado hace doscientos años en un pueblo de Andalucía, resultó por contra increíblemente fructífera. Los historiadores locales, sin más medios que su inquebrantable tesón e internet, lograron hallar con respecto a aquel fantasma olvidado datos tan relevantes como dónde nació, quiénes eran sus padres y hermanos, como transcurrió su vida antes de la guerra, si estaba casado o tenía hijos… Pero sin duda, lo más cerca que las investigaciones han estado de él ha sido en el hallazgo de su ex libris:
Aquí tiene, Sr. Carrión y demás improbables lectores, el prometido final heráldico de la historia. Recréense en la sencillez y limpieza neoclásica del dibujo, en el anglosajón exotismo de sus muebles y en las simpáticas cimeras que timbran este ex libris heráldico que el por entonces capitán Colquitt, con solo 23 años, encargó para marcar los volúmenes de su biblioteca al grabador y escultor judío Samuel Yates, de Liverpool.

Con su permiso, a riesgo de parecer impertinente y, por supuesto, en el feliz supuesto de que haya tenido a bien publicar estas líneas, me atrevo a proponer que la improbable comunidad heráldica, sobretodo los expertos en cuarteles britanos, entren en simpar e interesante debate a comentar el blasón del capitán Colquitt para sin duda con ello enriquecer nuestros conocimientos. Como ya empiezo a ser consciente de la extensión de mi escrito, si ha lugar, en otra ocasión comentaré mas detalles de la historia, como quiénes eran los Colquitt, la familia a la que pertenecía nuestro personaje, la existencia de otros modelos que se han hallado en Inglaterra de las armas del capitán usadas por familiares suyos, el proyecto de cenotafio que la Asociación La Cruz del Inglés 2012 le ha propuesto al Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra, la correspondencia entre la asociación y Mr. Henry Bedingfeld, Heraldo de York, del College of Arms, quién reveló algún dato de importancia sobre el escudo, o la localización de un ilustre descendiente indirecto del desgraciado John Scrope Colquitt que ocupa hoy día un asiento en la cámara de los lores.

Sin más, me despido con la esperanza de haber traído a colación alguna curiosidad heráldica digna de tan ilustre auditorio.

Atentamente suyo,
Sinforiano del Trigo